viernes, 26 de noviembre de 2010

Serenidad

En el oceáno cian de tu ternura
Flotan mis ojos como peces dormidos.
Surcan sus aguas mis penitentes labios,
con un callado anhelo en un loco suspiro.

Serenidad, que en tu nombre acaba
la cristalina fuente en que desangra mi pecho.
Un reloj detenido, embeleso.
Como una fotografía de las horas marchitas.

Serenidad, aciaga y dulce
me acompañas...
Rememorando páginas y lágrimas,
que atesoro, demente sus caudales.
Bajo el paraíso que tu mirar evoca.